DEMOCRATIZAR LA GESTION EN LAS ORGANIZACIONES
El objetivo de esta reflexión es compartir para qué deberían servir los modelos de gestión más participativos y democráticos, así como proponer algunas ideas para fomentar el cambio basadas en el aprendizaje de la experiencia vivida.
Es importante aclarar que cuando hablamos de gestión no
nos referimos a procesos burocráticos o trámites administrativos, que
inevitablemente existirán, sino al propio desarrollo de la actividad o negocio
de la organización. Así, cuando hablamos de modelos de gestión participativos,
de fortalecer la gestión participativa, de democratizar la gestión... nos
referimos a crear equipos focalizados en pensar, organizar y llevar a cabo sus
propias actividades o negocios de la manera más eficaz y eficiente posible. Teniendo
en cuenta que, en algunos casos, "la eficiencia puede ser el resultado de
la ausencia de resistencias o, en otras palabras, de la capacidad de generar
complicidades con todos aquellos que pueden favorecer o dificultar una
actividad"[2].
Cuando las personas y los equipos van madurando,
entendiendo y apropiándose de este nuevo paradigma bajo el que se quiere
trabajar, comienzan a surgir resultados distintos a los imaginados: toma de
decisiones más enriquecedoras y acertadas, mejora de la calidad y la
satisfacción del cliente final, fortalecimiento del sentimiento de pertenencia
de las personas en la organización, entre otros.
Sin embargo, para que todo esto ocurra, es necesario
confiar en que cada persona, sin importar el puesto que ocupe o la formación
que tenga, sea parecido a distinto a nosotros, tiene conocimiento a aportar. Será en la confluencia de este
conocimiento[3] donde
las personas, equipos y la organización en su conjunto se impregnarán de un
cambio cultural, avanzando hacia estructuras más horizontales, ágiles y,
probablemente, más eficaces y eficientes. Estas estructuras harán que los
trabajadores y los grupos de interés se sientan más partícipes de la entidad a
la que pertenecen, mejorando su contribución al logro de la misión.
Al mismo tiempo, este cambio no puede recaer solo en unas
pocas personas, independientemente de su posición dentro de la organización. El
cambio debe impregnar a todos, ser entendido e incorporado en el día a día por
el mayor número de personas posible, expandiéndose como una mancha de aceite.
Otro aspecto importante son las acciones. Tendemos a
focalizar la comunicación en las palabras, pero habitualmente aprendemos más de
las experiencias vividas que de lo que se nos explica o podemos explicar. Es
crucial recordar que en la comunicación verbal influyen significativamente los
marcos mentales[5] y las
creencias de cada persona. Por tanto, la mejor manera de entender, incorporar y
transformar el modelo organizativo será experimentando la nueva forma de
trabajar y las nuevas dinámicas organizativas.
Será necesario acordar cambios en el organigrama y en los
equipos de trabajo, pero lo que realmente fomentará el cambio será participar y
experimentar estas nuevas maneras de trabajar. Deberemos pasar del plano de las
ideas y las palabras al de las acciones. Este punto será clave.
Sin embargo, para experimentar este cambio debe existir
una condición previa indispensable: confiar. Confiar en varios sentidos:
confiar en que el resultado será relativamente mejor a no hacerlo y, sobre
todo, confiar profundamente en las personas que conforman la organización. Como
he escrito en otras reflexiones, las organizaciones no son entes abstractos,
son las personas que las integran, con todo su conocimiento, experiencia,
ilusiones, miedos y visión[6]…
Será construyendo con todos y para todos como lograremos
avanzar verdaderamente en un cambio cultural en una entidad y desarrollar
modelos organizativos más participativos y democráticos.
Imagen: Tom Fisk en Pexels
[1]
Innerarity, D. (2019). Una teoría de la democracia compleja. Barcelona:
Galaxia Gutenberg:
“Hay
un principio general de teoría de las organizaciones que advierte que el
aumento de incertidumbre del entorno exige un incremento de complejidad del
sistema en términos de capacidad de anticipación y respuesta (Wagensberg,
1985). La complejidad interna del sistema debe estar en una relación adecuada
con la complejidad del entorno (Luhmann, 1970). Los sistemas complejos
necesitan una correspondiente arquitectura compleja de gobierno para su
autoorganización”
[2] Brugué,
J., & Gallego, R. (2001). ¿ Una administración pública democrática?. Ciudadanos y decisiones públicas,
43-58.
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