TERCER SECTOR: ¿Y SI LA PALANCA ESTUVIERA EN LOS MODELOS DE GESTIÓN Y ORGANIZACIÓN?

Artículo original publicado en Catalán el 12/08/2022 



Nos encontramos en un momento en el que las entidades del tercer sector se sienten encorsetadas por una normativa y burocracia rígida que no se adecua a las necesidades sociales de la sociedad en la que vivimos.

Un momento con múltiples factores de exclusión social, problemas complejos: dinámicos y multifactoriales... en un momento donde tenemos la necesidad de buscar respuestas distintas, necesidad de innovar basándonos en modelos de atención centrados en la persona, en modelos comunitarios, inclusivos, transformadores... estos son algunos de los retos que tenemos sobre la mesa.

Pero... ¿por qué es tan difícil llevarlo a cabo? ¿Por qué el esfuerzo por sacarlo adelante es titánico, mientras que los resultados que se ven son sólo pequeños brotes verdes? brotes verdes que las entidades protegen para que un viento no los destruya... brotes verdes que se ponen reiteradamente como ejemplos para explicar que hay un cambio posible.

La velocidad de esta transformación es lenta y preocupa si ese ritmo será suficiente para transformar un modelo de sociedad cada vez con mayores desigualdades.

Anhelamos una sociedad en la que cada persona pueda desarrollar su proyecto de vida, con igualdad de oportunidades, donde las personas sean acompañadas y atendidas de acuerdo con sus necesidades independientemente de si llevan la etiqueta de un determinado colectivo "clasificado" con riesgo de exclusión social.

Para liderar un cambio se necesitan palancas que lo impulsen y mitigar los frenos que lo limiten.

Consciente de que hay múltiples palancas y frenos... me pregunto:

¿Y si los tradicionales modelos de gestión y organización de las entidades del tercer sector están siendo ahora un cierto freno y pudieran convertirse en una palanca para esta transformación social?

Las entidades del tercer sector han nacido de la iniciativa social, privada, por tanto, han nacido de modelos comunitarios donde un grupo de personas se unía con un objetivo social común. A menudo estos grupos de personas o familiares de los mismos sufrían la necesidad social que pretendían transformar, y gracias a la acción conjunta se empoderaban pasando a realizar también una acción política activa de cambio social.

El tercer sector vela por intereses generales e impulsa el reconocimiento y ejercicio de derechos de personas y colectivos en situaciones de vulnerabilidad, respondiendo a criterios de solidaridad y participación social.  Es un sector con función pública, sin ser sector público, siendo la mayor parte de este privado y por tanto las entidades deben garantizar su propia sostenibilidad económica para cumplir con su misión, pero con unos valores y forma de hacer diferente al sector privado.

Los modelos de gestión y organización adoptados mayoritariamente por las entidades del tercer sector a medida que han ido creciendo, han sido modelos empresariales inspirados en el sector privado: modelos jerárquicos en los que a menudo el poder, la estrategia, la toma de decisiones está centralizada en pocas personas, con distintos niveles piramidales. Modelos enfocados al crecimiento de las entidades, a la creación de más servicios y a poder atender cada vez a más personas. Modelos que necesariamente deben garantizar la sostenibilidad económica y generar superávit que se sigue reinvirtiendo en la propia misión.

Estos modelos, junto con muchos años de trabajo, de reivindicaciones, de profesionalización, han contribuido a hacer lo que las entidades del tercer sector son actualmente: un sector fuerte, con peso político, pero todavía con muchos retos de antemano. Retos internos y externos.

Pero... ¿y si estos modelos ya no son los que el tercer sector necesita para impulsar esta transformación social y dar respuesta a los actuales retos? ¿y si estamos en un momento de inflexión? ¿y si para que las entidades del tercer sector sean palanca de cambio deben transformarse internamente hacia modelos de gestión y organización donde el poder y la toma de decisiones esté más descentralizada, con una mirada más comunitaria en las propias organizaciones? y si las organizaciones del tercer sector deben evolucionar hacia modelos híbridos entre entidad y tejido comunitario?

¿Puede ser ahora el momento en que, conservando todo lo que en las últimas décadas ha contribuido a que las entidades del tercer sector sean lo que son ahora, pasen a hacer las cosas diferentes?

Diferentes hacia modelos de gestión y organización más comunitarios, recuperando la esencia de su origen, con unidades de trabajo más pequeñas, descentralizadas con mayor poder y autonomía, arraigadas en el territorio e hibridades con el propio tejido comunitario, flexibles, creando equipos de trabajo formales o informales, mixtas con profesionales y voluntariado de otros ámbitos, entidades y perfiles profesionales...

¿Podría ser toda esa transformación interna de las propias entidades, una palanca de cambio más para acelerar la transformación social que necesitamos?


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